
Crónica de un Congreso convertido en anaquel institucional
Por Juan Mauro
En Oaxaca, el Congreso ya no legisla: publicita, predice y se compromete… pero no con el pueblo. Porque si uno entra al sitio oficial esperando encontrar dictámenes, iniciativas o debate parlamentario, se topa con una portada digna de agencia de medios del Ejecutivo.
Ahí está, sin pudor, el banner del Segundo Informe de Salomón Jara, el Plan Estatal de Desarrollo 2022–2028, y hasta el Informe de la Fiscalía Anticorrupción. ¿Qué hace todo eso en el portal del Poder Legislativo? ¿Se confundieron de dominio? ¿O simplemente ya fusionaron funciones y afectos?
No hay que ser Sherlock para notar que la línea editorial del Congreso se alinea con la narrativa del Gobierno del Estado. Y aunque nadie lo dice abiertamente, la cercanía entre quienes manejan la comunicación en ambos poderes es tan evidente que hasta los metadatos huelen a complicidad. No diremos nombres, pero sí diremos que cuando el amor se mezcla con el presupuesto, los banners florecen como primavera institucional. Y no, no la primavera de espejitos que nos vendieron. Ah, qué caray con la Primavera Oaxaqueña.
Y por si fuera poco, el Congreso también domina el arte de la profecía legislativa. El post oficial anuncia una sesión extraordinaria para el 19 de septiembre… que ya ocurrió el 17. ¿Qué pasó? ¿Se les cruzó el calendario? ¿O simplemente legislan antes de que sucedan los hechos? Oaxaca, donde el Congreso no solo legisla: adivina.
Así que sí: hay banners que no deberían estar, lealtades que no deberían influir, y profecías que no deberían sustituir la rendición de cuentas. Porque cuando el Congreso se convierte en escaparate del Ejecutivo, la autonomía se convierte en decoración. Y cuando el responsable de Comunicación Social actúa más como curador de logros ajenos que como vocero legislativo, lo que queda es una portada institucional que dice mucho sin legislar nada.
Porque cuando el banner pesa más que el dictamen, alguien está cobrando en especie. Y no hablamos de café ni mezcal: hablamos de lealtades institucionales disfrazadas de diseño editorial. Ese banner no llegó solo. Lo instruyó una mano que no solo redacta boletines —tan bien como toma fotos— sino que además acomoda propaganda como quien acomoda favores.

No sabemos si cobra por pixel, por banner o por cercanía emocional, pero lo que sí sabemos es que el dictamen se esconde mientras el informe florece.
Y si eso no es servilismo institucional, entonces que alguien nos explique por qué el portal del Congreso parece el showroom del Ejecutivo.
Esto no es un desliz técnico.
Es un disparo directo al corazón de la autonomía legislativa. Y sí, el calibre es .950 JDJ: revienta estructuras, no deja margen de duda, y atraviesa el blindaje institucional como mantequilla caliente sobre pan de presupuesto público.
Y lo peor —porque siempre hay algo peor— es que en unos meses más, ya viene el Tercer Informe.
¿Lo pondrán en portada otra vez? ¿Lo subirán antes de que ocurra? ¿O ya lo tienen programado como spoiler institucional?
Porque si el Congreso insiste en ser escaparate, entonces que se quiten la fachada de poder autónomo y se pongan el uniforme de vitrina oficialista.
